BUENOS AIRES -- Se hace difícil seguir escribiendo sobre el Barcelona sin arriesgarse a caer en el lugar común, la repetición y el elogio desmedido.
Pero después de la final de la Champions League y de la contundente victoria 3-1 sobre el Manchester United, es más difícil todavía no rendirle tributo a un equipo que está, sin lugar a dudas, entre los mejores de la historia del fútbol mundial.
Si algo le faltaba a este Barcelona de Pep Guardiola para confirmar su supremacía era la demostración de poder que ejerció ante el Manchester en la final de Wembley. Fue tanta la superioridad, que por momentos uno se olvidaba que del otro lado está el segundo mejor equipo de Europa y probablemente del mundo.
Así es este Barcelona: termina ridiculizando al adversario más poderoso que pueda existir. Hace que para el espectador común y corriente parezca sencillo jugar al fútbol y, sobre todo, hacerlo de manera colectiva.
Con lo poco que me gusta dar consejos, sí hay algo que que le puedo decir a Guardiola a partir de ser mayor: que se quede a vivir en Barcelona, donde tiene un excelente grupo de jugadores, en el que todos comulgan con la misma idea futbolística y la aplican a la perfección gracias a su gran sentido colectivo. Miren si no cómo culminó la ceremonia de entrega de premios, ante la cual me saco el sombrero (ver COUP DE CHAPEAU).
Realmente, más no se puede pedir.
Felicidades.
El conductor del Barcelona mostrando su juego
No hay comentarios:
Publicar un comentario